El error de usar un sitio institucional como propaganda (y cómo enfocarlo en lo que importa)

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En mi experiencia como consultor digital, uno de los errores más comunes que cometen las instituciones, ya sean organismos públicos, agencias internacionales o alcaldías, es confundir un sitio web con un altavoz de propaganda. Esto no solo desvirtúa su propósito, también puede generar interpretaciones erróneas sobre su función, y en contextos políticos, eso es terreno delicado.

Un sitio institucional debería ser, ante todo, un canal de información clara, estructurada y accesible para quienes dependen de sus servicios. No importa si se trata de una ciudad cuyo rol principal es mantener el orden y el ornato, o de un ministerio con funciones regulatorias: el contenido debe centrarse en aquello que los ciudadanos necesitan consultar o ejecutar, no en comunicar «logros» políticos que pronto quedarán obsoletos y enterrados en la hemeroteca digital.

Cuando una alcaldía, por ejemplo, prioriza notas de prensa y fotos de eventos sobre información práctica, como rutas de recolección de basura, trámites de permisos o planes de mantenimiento, está enviando un mensaje implícito: “lo importante es lo que hacemos para contarlo, no lo que hacemos para servirte”. Esto erosiona la confianza y desvía al usuario de lo que realmente busca.

Si el sitio gestiona permisos para actividades económicas, su valor radica en la facilidad con la que un emprendedor o empresa pueda encontrar los requisitos, iniciar su solicitud y recibir respuesta. Un exceso de formularios, pasos innecesarios o requisitos mal explicados no solo frustra, también frena la economía local. Un buen portal debe reducir la fricción, no aumentarla.

La clave está en entender que un sitio institucional no es un periódico digital ni un mural publicitario. Es una herramienta de servicio público. El diseño debe responder a una lógica funcional: la información más solicitada debe estar a un clic de distancia, y el lenguaje debe ser directo y libre de jerga política o técnica innecesaria.

El impacto de esta filosofía se traduce en usuarios que encuentran lo que necesitan rápido, en instituciones que proyectan transparencia y en una percepción pública más sólida y confiable.

Un buen sitio web no hace ruido: resuelve problemas.

Si diriges una institución y tu web se parece más a una galería de noticias que a un centro de soluciones, es momento de replantear prioridades. Un sitio institucional bien diseñado no busca likes, busca que la gente pueda vivir, trabajar o emprender sin tener que descifrar un laberinto digital burocrático.

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